Es ya una constante en mí el dedicar un momento en mi vida para cuestionarme y tratar de definir o descubrir quién soy. Es algo que siempre hemos hecho, o intentado hacer, a lo largo de nuestra existencia, aunque rara vez hemos encontrado alguna respuesta. Todos nos hemos sentado un instante, lejos de todo y cerca de nosotros mismos, y hemos lanzado incansables preguntas relacionadas con mil y un aspectos de la vida, la gente, la divinidad, el universo. Incluso lo volvimos una actividad, un arte, una ciencia: lo llamamos filosofía y lo enseñamos en las escuelas.
Bueno, una vez más, para no romper con mi antigua tradición, me he tomado un tiempo para reflexionar. No son instantes que yo elijo para ello, sino que simplemente, eventos se suscitan en mi vivir que me obligan a detenerme y mirar hacia adentro tratando de encontrar una pizca de verdad que ilumine mi confusión. He mirado de nuevo, pero buscando algo diferente. No es el quién sino el qué lo que me mantiene consternado. Observo mi reflejo en el espejo, miro mis ojos mirándose y surge esta cuestión, ¿qué soy?
Hace un tiempo descubrí que tenía dos caras. Descubrí que había cosas en mí que pertenecían a quien yo quería ser, y otras que dibujaban la personalidad de alguien en quien no quería convertirme. Y descubrí también que, poco a poco, estas últimas se estaban apoderando de mí, lentamente.
Me miré y encontré un ser cambiante, que había estado adquiriendo partes de otros, conductas, actitudes, ademanes. Encontré un ser que se alejaba cada vez de su propia esencia, convirtiéndose en alguien más.
En cuanto me di cuenta decidí tomar cartas en el asunto y comencé a deshacer este efecto. Tuve que romper algunos lazos y fortalecer otros. En ese momento parecía tener claro quién yo era, y estaba decidido a recuperar esa identidad.
En ese momento estaba seguro; sabía qué partes de mí no me pertenecían en realidad. Sabía cuáles eran yo y cuáles no. Y empecé a cambiar, no tratando de ser alguien más, sino tratando de dejar de serlo, y volver a ser yo.
Creo que me equivoqué. Parece ser que sigo sin saber quién soy. Pensé que estaba restaurando mi ser, pero ahora que lo analizo, creo que ese objetivo al que quiero llegar no soy yo.
Hace poco tuve un encuentro con una amistad muy antigua, y descubrí que no ha cambiado. Yo era como él, pero me he distorsionado al andar, mientras que él parece inalterado, y sin embargo, feliz. Yo cambié en ese entonces pensando en la felicidad como algo inalcanzable en mi estado en ese momento, pero ahora veo que tal vez nunca debí emprender ese viaje inicial. Encontrarme con él me hizo pensar que me he perdido más de una vez; que me desvié del camino y terminé en otro, que repetí el proceso y he estado tratando de volver al segundo sendero cuando el mío es en realidad el primero.
He descubierto que me he alejado leguas de mi originalidad, sólo para tratar de encajar en la sociedad, y que he dado tantas vueltas que ya no sé hacia dónde caminar.
Nunca lo había visto así, y es por eso que seguía confundido. Es por ello que debo volver sobre mis pasos, sobre cada uno de ellos, hasta pisar de nuevo ese camino que abandoné hace más de seis años.
No puedo saber quién soy si no defino primero qué soy. Debo saber si soy un ser humano o un monstruo. Debo saber si soy como tú o algo diferente, un ser alienado. Por ahora estas preguntas quedan al aire, hasta que regrese a mi lugar.
Tengo que deshacer seis años de mi existir, y es probable que muchos de quienes me conocen y me estiman se asusten con el resultado, o incluso, prefieran alejarse de mí. Es un riesgo que tomaré, con tal de desenmarañar este caos existencial que me ha inundado desde entonces.