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Capítulo 5: seis
Desperté sudando frío, cubierto de una tremenda sensación que no puedo ni describir. Es como si me asfixiara, como si muriese espeluznantemente mientras dormía.
Y lo peor de todo es que, además, me levanté tarde. Casi no llego a mi primera clase de la mañana. Me vi obligado a tomar un taxi y no tuve tiempo para desayunar.
En realidad no recuerdo mucho del trayecto, ya que estuve todo el camino tratando de recuperar lo que había soñado. Estaba seguro de que había algo allí, pero simplemente no podía evocarlo. Era como si un grueso estor, como si una densa neblina negra me ocultara la verdad.
Cuando el vehículo se detuvo y la puerta se abrió, supe que debía dejar mis intentos de hacer memoria para después. Le pagué de más al conductor y salí corriendo hacia mi salón. Tuve que evitar el pasillo principal ya que sabía me encontraría allí a varios amigos y no podía darme el lujo de detenerme siquiera a saludar.
Apenas llegué, justo cuando el profesor estaba cerrando la puerta. Prácticamente la detuve de golpe con las manos y entré al salón. Pero el esfuerzo valió muchísimo la pena. El maestro dedicó una hora a explicar un tema que yo no había comprendido del todo.
Estuve tan atento a la explicación que me había olvidado por completo de aquella quimérica visión nocturna.
No fue sino hasta la tarde, poco después de las cinco, cuando yo me encontraba ya camino a casa, que una singular sensación me invadió. Fue como si me acribillaran con un millar de gélidas agujas. Una acuosa imagen se plantó en mi mente, por un instante: una silueta, una sombra, acercándose lentamente hacia mí, blandiendo una especie de navaja.
Me quedé atónito por varios segundos; no tenía idea de lo que había sido eso. Pero al poco tiempo descubrí que se trataba de una parte de aquel enigmático sueño.
Entonces me di cuenta que ya casi llegaba a mi hogar. Me levanté de mi asiento y me escabullí tenazmente entre los pasajeros, logrando bajarme a tiempo. Un poco más y hubiera tenido que cruzar un enorme puente caminando.
En fin, llegué a casa, comí con mis padres y luego subí a mi habitación. La verdad es que esa tarde no tenía nada que hacer: ni proyectos ni tareas ni nada. Tampoco planeaba salir o hacer algo en particular. Me quité la ropa, por culpa del tremendo calor infernal que hacía, y me recosté en mi cama. Mis padres habían salido y no volverían sino hasta después de medianoche. Me quedé solo.
La verdad estaba muy cómodo, tanto que no quería ni moverme. Sólo yacía allí, en ropa interior, mirando las interminables marcas en el techo de mi cuarto, completamente relajado, perdido.
No sé en qué momento me levanté, pero de pronto me encontraba en la puerta de la cocina, semidesnudo, mirando a mi alrededor, cautivado. Sabía que estaba en mi casa pero la verdad se veía muy distinta. Tenía otros muebles, otro color. Un extraño sonido en la estancia atrajo de pronto mi atención: alguien había llegado. Subí corriendo a mi recámara para ponerme un pantalón, pero misteriosamente estaba cerrada con llave, desde adentro. Terminé tomando una prenda de mi hermano, que había dejado colgada en el barandal.
Es curioso. No estoy seguro de en qué momento comenzó a llover, pero podía escuchar claramente que hacía una terrible tormenta allá afuera. Ya estaba oscuro, y la luz se había ido. Confieso que me aterré un poco.
Escuché otro ruido, como pasos. Volví a bajar, tentando con las manos las paredes de la angosta escalera. Caminaba a ciegas. Después de pisar el último escalón me quedé quieto, sin hacer un solo ruido, y me puse atento. No podía ver nada, excepto tal vez por algunas siluetas que la luz de la luna dibujaba. Di un par de pasos hacia la sala, tratando de no chocar con ningún mueble, hasta que noté algo fuera de lo normal: había alguien sentado en el sofá. Podía ver una sombra, similar a una persona de espaldas, encorvada. Parecía que lloraba.
Entonces lo supe. Era ella. Ahí estaba, seis meses después de que todo comenzara. No tenía sentido su presencia en mi casa, y mucho menos esa noche, ya que había salido de la ciudad por un par de días, con su familia. De cualquier forma, me acerqué más y me detuve frente a ella. Parecía como si no quisiera mirarme. La llamé por su nombre más de una vez, pero no respondió; ni siquiera alzó su rostro.
De repente sentí una helada respiración, agitada y jadeante, justo detrás de mí. La verdad me asusté. Empecé a temblar. Giré lentamente.
No podía ver nada, más que una silueta. Parecía una figura alargada y esbelta. Era él. No podía ver sus ojos en la penumbra, pero sentía su densa mirada sobre mí. Le pregunté qué hacía ahí, pero no me respondió. Sólo respiraba profundamente, como si le faltara el aire. Comenzó a caminar hacia mí, muy despacio. Era como si transcurriera una eternidad entre cada uno de sus pasos.
De pronto un relámpago en el cielo iluminó la tenebrosa escena. Él estaba cubierto de sangre, y traía un largo cuchillo en su mano izquierda. Empezó a gritarme, furioso: “¡Mira lo que has hecho! ¡Tú la mataste! ¡Tú nos mataste! ¡Míranos!”.
No sé qué me pasó, pero me quedé paralizado. Sentía que me moría, que mi corazón reventaba. No sabía qué hacer. Di la vuelta y entonces la miré bien: ella yacía en el sillón, muerta, con un perturbador agujero en su pecho. No lo podía creer. Me sentí como si… la verdad ni siquiera sé cómo me sentía.
Entonces la luz volvió y me deslumbró. Mis ojos dolieron un poco. “¿Qué pasa contigo?”, me preguntó una voz. Cuando miré, encontré a mi hermano de pie en la entrada de mi habitación, con la mano en el interruptor. Yo estaba en cama, pálido, sudando. Dijo que cuando llegó me escuchó lamentándome, pidiendo perdón; gritando delirantemente.
No le dije nada. Sólo miré mi reloj y, siendo casi las once de la noche, me levanté rápidamente y me metí a la regadera. Puse el agua realmente caliente, pero aun así no dejé de temblar. Esa noche no pude dormir.
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2011 Derechos Reservados © Daniel Reynoso Gállego
Me gusta mucho como se va formando la historia, excelente la descripción de las situaciones hace sentir al lector como parte de la historia,cada palabra un alimento para la imaginación
Muy bien Dan