Memorias de un Primer Amor [3]

Memorias de un Primer Amor
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Capítulo 3: Diez

Tengo la impresión de que cada día que pasa las cosas se ponen peor y peor. Han transcurrido casi seis meses desde que todo terminó, desde que el místico sentimiento simplemente se extinguió. Han ocurrido muchas cosas desde entonces, y parece que la tormenta no se acaba.

Todo indica que ayer volvieron a hablar. Él quería expresarle su sentir, hacerle saber lo mucho que la extrañaba, y lo mucho que la distancia le hacía daño. Aún la ama, con todo su corazón. Ella ha dejado todo atrás, y anhela que él haga lo mismo para poder continuar con sus vidas.

Ambos son mis amigos, y lo que les pase me concierne, de una u otra manera. Además, en muchas ocasiones he platicado con ellos sobre la situación. Confían en mí, y hasta me han pedido consejo; sobre todo él.

El otro día me dijo que yo era su mejor amigo. No supe qué decir. Me sentí honrado con su declaración, pero no creo poder corresponderle, no aún. No tiene mucho que lo conozco, y a pesar de que lo considero un buen amigo, no me atrevo a decir algo más. Aunque es verdad que durante el último año nuestro lazo se ha fortalecido, de eso no cabe duda.

Hoy los amigos nos reunimos, como cada viernes. Diría que fue un día habitual, pero estaría mintiendo. Su comportamiento fue bastante inusual. Cuando se encontraron, frente a frente, no pude evitar advertir una especie de velada oquedad cubriendo la habitación. No cruzaron ni una sola palabra; fue meramente un discreto beso en la mejilla. Los noté más que distantes, y creo que no sólo yo. Podía sentirse una extraña incertidumbre; me dio escalofríos.

Ella se mostró en general tranquila, plácida. Actuaba como si él no existiese. Reía, charlaba; disfrutó la comida. Él, en cambio, jamás sonrió, ni siquiera ligeramente. Aún puedo sentir los estragos de esa oscura y turbia mirada, tan desierta. Lo noté un poco más pálido, como ausente, cual muerto en vida. Era como si hubiese un denso agujero en el cielo, justo sobre su cabeza. Se me dificulta describir la sensación.

En la noche hablé con él. Me platicó lo sucedido.

Nunca terminé de comprender por qué me eligió a mí; me tenía muchísima confianza y me platicaba todo, sin reparo. Siempre he procurado estar ahí, escucharle.

Me dijo que habían hablado, de nuevo. Él le mencionó su sentir, le insistió en que no podía soportar que ella lo ignorara más, que en verdad quería su amistad, como habían acordado, pero que se sentía cabalmente rechazado. Ella simplemente bajó la mirada, y después de varios minutos de sepulcral silencio, le pidió que se alejara, que dejara de perseverar. Lo mejor era olvidarlo todo y no volverse a hablar.

Él quiere que ella lo mire, que lo haga sentir vivo, valioso.

Ella quiere que él la olvide, que lo deje todo atrás.

Cada día que pasa las cosas empeoran. Cada vez que tienen un diálogo parece que la tempestad cobra más fuerza. Quiero ayudarles, en verdad, pero ya no sé cómo. Siento que es mi deber, como su amigo, hacer algo, pero por otro lado temo empeorar las cosas. No quiero entrometerme.

Siempre les he dicho que arreglen sus diferencias, pero las cosas parecen ser más complicadas que eso. Él quiere tenerla a su lado; ella sólo desea avanzar, sin mirar atrás. Veo cómo se hacen daño y a veces pienso que tal vez sus caminos nunca debieron cruzarse. Sobre todo por él.

Lo he visto llorar, suspirar por ella, lamentándose por todo. Lo he visto buscar las respuestas, preguntarse por lo que hizo mal. Lo he visto tratando de reponerse, de salir adelante. Lo he visto con una mirada alentadora, con la brillante ambición de alzarse y salir airoso, pero también lo he visto fracasar en su misión. Lo he visto caer, desplomarse, una y otra vez. Lo he visto perder la fe, dejarse vencer por la terrible agonía.

Lo miro ahora, con esos ojos tan álgidos, tan distintos, con esa faz tan marchita, y no puedo más que sorprenderme. No lo conozco de mucho tiempo pero sé de lo que es capaz. Sé que es muy brillante, muy metódico. Siempre tiene la solución a los problemas. Generalmente organiza los equipos de trabajo y suele ser él quien saca adelante los proyectos. Es muy sagaz. Pero no sé qué pasa que, cuando se trata de ella, toda esa tenacidad simplemente se desmorona. No entiendo cómo es que puede ser tan distinto. ¿Será acaso tan poderoso el amor?

Nunca me he enamorado, al menos no de esa manera tan intensa.

Se porfía al sentimiento que anida en su corazón, a pesar de que no es correspondido, y creo que allí yace su decadencia. No entiendo cómo es que simplemente no se pone de pie y saca toda esa capacidad y fuerza que lo caracterizan. No entiendo por qué sigue chocando con la misma pared, una y otra vez. Pero él tampoco lo comprende.

No me gusta verlo así, arrastrándose, lleno de aflicción. Tiene que entender que ya no tiene caso seguir peleando una contienda que ya ha sido perdida.

Él la busca, cada vez, tratando de sentir su calor. Pero ella, en cambio, sólo quiere estar sola. Incluso me ha comentado que se siente incómoda, molesta, con su necia insistencia. Ella ya no lo ama, hoy, diez meses después de que todo comenzó.

Ya no sé qué hacer. Ella se muestra tan tranquila, tan serena. Él por otro lado está destrozado, completamente despedazado. Esa mirada tan vana que ha adquirido en ocasiones me enchina la piel, me atemoriza. Tal vez lo mejor sea hacerme a un lado, y no intervenir más. Puede que lo mejor sea darles su espacio y esperar que ellos mismos se encarguen de sus problemas, aunque ya no estoy muy convencido de que puedan esclarecer el lóbrego cielo que ahora los cobija.

Sinceramente, espero que pronto él recobre el color en sus ojos y la sonrisa en su rostro, porque todavía tiene mucho por vivir.

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2011 Derechos Reservados © Daniel Reynoso Gállego

4 Comentarios

  1. Preguntas si es tan poderoso el amor, respondo: Lo es y Mucho, el Desamor es un sentimiento que no le deseo a nadie con tal intensidad, es Terrible, te aplasta por mucho tiempo pero al Superarlo te llenas de mucha fuerza! 🙂

    1. Bueno, quien pregunta sobre el poder de aquel sentimiento es el narrador de la historia, jeje. Pero bueno, como dices, el desamor es fatal. Yo lo he experimentado con la suficiente intensidad como para desahogar mi dolor en dos novelas cortas y muchos otros escritos. Hay que sacarlo de alguna forma. 😛

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