Fortuna

Es curioso cómo cambian las cosas con el tiempo. Recuerdo que hace poco más de un año tuve una particular revelación, en la que mi concepto de la amistad había sufrido una Profunda Atenuación.

A lo largo de mi vida forjé lazos especiales que me atreví a denominar como «mejores amigos«, por diferentes razones y en distintos instantes. Lamentablemente, después de un tiempo y mirando hacia atrás en reflexión, me di cuenta que esa cautivadora percepción nunca fue más que una audaz ilusión que sólo mis ojos divisaban.

Con los años fui perdiendo interés y esperanza en ese intrépido asunto: la amistad; se deterioró su significado, perdió intensidad, esplendor. Todavía hasta hace poco pensaba que, simplemente, dicha conexión singular era ilusoria… hasta ahora.

No me había dado cuenta, nunca lo planeé ni tampoco lo aguardaba. Pero la verdad es que hoy puedo decir, con una sonrisa en mi rostro, que estaba equivocado; hoy puedo anunciar, sin reparo, que por fin comparto ese vínculo tan especial con una persona en mi vida, y que por primera vez, es un sentimiento correspondido.

Hoy puedo gritar a los cuatro vientos, con un nuevo brillo en mi rostro, que soy feliz porque por fin hallé a alguien a quien puedo llamar con toda confianza y certeza mi «mejor amigo«, o mejor dicho, «mejor amiga«.

No lo imaginaba, y ciertamente no esperaba que sucediera. Simplemente pasó. Y lo mejor de todo es que resulta que, además de (y lo digo con mucho orgullo) ser los mejores amigos, somos novios y amantes.

Sin duda soy el hombre más afortunado.

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