Ya se encontraba en el vagón, tan linda, tan triste. Estaba ahí, de pie, apoyando su espalda contra las grandes puertas, sujetándose apenas. Si llamaba la atención no era por su belleza, sino por la nostalgia reflejada en su profunda mirada, realmente húmeda, fresca. Parecía que escuchaba música mientras su pensamiento deambulaba en la nebulosidad.
El ruido a su alrededor, la gente, el sofocante calor, el inevitable caos, nada de eso le perturbaba. Se hallaba perdida en su propio cosmos. Trascendentes letras e imponentes notas la conducían en aquel su pequeño éxodo. Meditaba sobre su vida, sobre su andar. Remembraba su pasado, olvidaba su presente, vislumbraba su futuro. Pensaba en tantas cosas y a la vez en ninguna. Se dejaba llevar por la bella armonía que sonaba sólo para sí.
A su lado podía percibirse una singular sensación, como de agua helada corriendo lentamente, como una gélida ventisca escurriéndose por doquier.
De un momento a otro, tratando de ocultarse en la penumbra, comenzó a llorar, en silencio y sin intenciones de darse a notar. Intentaba contenerse, pero era incapaz. El dolor era tan fuerte. Probablemente una canción muy significativa haya sido la culpable del colapso.
La gente iba y venía; subía y descendía del ajado metro de la ciudad. Todo cambiaba tan rápido a su alrededor, y ella seguía allí, recluida en su ser, drenando sus bellos ojos, silenciando a su corazón.
Sólo quiero que sepas que me encanta como escribes. ¡Felicidades!
Bella armonía es lo que muchos necesitamos 😀
Es la primera vez que te leo y realmente me encanto, síguelo haciendo que yo te seguiré leyendo. Gracias por compartir todo esto 🙂