Parte anterior: SU MALEFICIO (PARTE 1)
«Nunca podrás amar a nadie, jamás«, le dijo al oído.
A Dante no le restó más que soltar una libre carcajada infantil cuando escuchó las absurdas palabras del extraño monstruo. No conocía el amor, no sabía lo que era, y ciertamente no le importaba en lo absoluto; era un simple niño.
Al despertar en la mañana, el pequeño manifestó una ligera ansiedad que le molestó por un par de horas. Estaba consciente de haber tenido un sueño peculiar pero le era imposible recordarlo. Pensaba que seguramente su visión nocturna no valía la pena, y entonces decidió olvidarse de ella.
Pasaron los años y Dante se convirtió con el tiempo en un joven que parecía tenerlo todo. La gente lo miraba con admiración, con respeto, con envidia. Pensaban que era feliz. Pero lo que no sabían es que aquel solitario hombre estaba hueco por dentro; tenía una maldición.
Conoció a lo largo de su vida a varias compañeras que estuvieron junto a él en distintas circunstancias. Incluso algunas se enamoraron de él. Pero Dante, sin recordar siquiera lo que había pasado tantos años atrás, fue siempre incapaz de corresponder el profundo sentimiento.
Al final Dante murió, ahogado en soledad, con un terrible vacío en su pecho y una oscura mirada, fría y opaca. Probablemente la mujer de su vida pasó a su lado sin que pudiera él simplemente evitar que se escurriera entre sus dedos y se marchara para siempre, ya que, por la voluntad de los dioses, sin explicación ni misericordia, había sido condenado desde el comienzo, y hasta su último aliento, a llevar consigo la peor de las cargas, el peor de los males: su maleficio.