Cuando era un niño pequeño fue sacado de su habitación en la noche, mientras dormía. No sabía lo que ocurría, pero no tenía miedo.
Sin tener idea de su ubicación, simplemente se levantó de un áspero y ardiente suelo calizo, se sacudió la tierra de encima y miró extasiado a su alrededor. Era imposible describir lo que sus ojos presenciaban; una escena simplemente inconcebible.
El pequeño Dante estaba seguro de que todo aquello no era más que otro curioso sueño. No podía ser algo más. Pensaba en el sinsentido del entorno cuando de pronto una voz estruendosa emergió de la lejanía, llamándole por su nombre. Poco a poco una turbia silueta comenzó a dibujarse tenue en el denso aire colorado, mientras unos brillantes ojos de cristal emergían del vacío.
El niño se quedó ahí de pie, perplejo, con sus manos llenas de sudor, mientras aquella sombra espectral cobraba cada vez más solidez. Al final, cuando el humo se dispersó y el polvo se asentó, notó frente a sí a un altísimo y esbelto ser, sin faz, imposible de recrear en un retrato. Le dijo al joven, ahora con una voz más ligera, pero igual de penetrante, que él había sido elegido para portar una terrible maldición que habría de formar parte de sí por el resto de su vida actual. Le comentó que lo habían observado desde su primera exhalación, y que merecía cargar con el maleficio, a pesar de no poderle explicar la razón.
Dante comenzó a preocuparse. Le intrigaba todo eso de los dioses y las maldiciones. Aunque estaba completamente convencido de que nada de eso era real, una extraña sensación de incertidumbre crecía sin freno en su interior.
Temeroso, le preguntó: ¿Y de qué se trata? ¿Cuál es la maldición?
Entonces el enorme sujeto se colocó sobre su rodilla, puso su repulsiva mano en el hombro del chiquillo y le susurró la respuesta…
Continuación: SU MALEFICIO (PARTE 2)
Ankhsethamon 