Estaban allí, de pie, sobre el viejo puente, mirándolo todo desde lo alto. No sabían qué hacer. Tanto él como ella tenían esa mirada. Sus corazones latían desesperadamente, como tratando de abandonar sus pechos. Algo estaba pasando, y ellos lo sabían, pero trataban de disimular. Ella se mostraba nerviosa. Él, no tanto, pero igual lo estaba.
Se acercaron un poco, y luego rieron. Se alejaron. El frío los consumía y el sombrío pero romántico cielo gris los envolvía. Pasó el tiempo y la ansiedad crecía.
Se miraron de nuevo, sin palabras. Sonrieron. De alguna manera estaban asustados. Era difícil saber si temblaban por ello, o por el helado ambiente. Pero estaban ahí, en la cima, encogidos de hombros, tratando de escapar de lo inevitable.
De pronto, él se acercó más, y, aunque dudó por un momento, se decidió. La tomó por la cintura, cerró sus ojos y… la besó.