Después de caminar por horas al filo de la carretera, se detuvo un instante con el propósito de atar las cintas de sus zapatos. Se recargó en la acera, junto a la pista de frenado, justo tras una enorme placa metálica que versaba con borrosas letras pintadas: “Zona de neblina”.
Para cuando descubrió el mensaje ya era demasiado tarde: ya se encontraba completamente abrazado por una espesísima niebla grisácea. Le era imposible vislumbrar más allá de su entorno inmediato. De momento perdió su orientación y comenzó a caminar sin una dirección en particular, tratando de hallar su sendero.
Desapareció.