Este lugar es frío y húmedo, además de estar sumergido en la impenetrable penumbra. Es un lugar reducido, asfixiante. Es un lugar donde la única luz que ilumina es aquella que proviene del fuego, el fuego de la desesperación y la incertidumbre.
Estoy aquí, sentado en un rincón, mirando hacia la nada, hacia la oscuridad, aquí en la guarida de la desolación y la perdición.
No tengo idea de cómo llegué aquí, pero sé que no podré salir.
Yacer en esta inmunda madriguera me da tanto tiempo para pensar y recordar, intentando descubrir qué fue lo que sucedió.
En esta caverna tan pequeña y helada no hay tiempo, no hay forma de percibir el pasar de los días, de las noches, de las vidas. Todo da vueltas y a la vez es tan estático.
Este agujero, este lugar tan escabroso, tiene un nombre. En realidad tiene muchos, pero hay uno que lo denomina por excelencia: el olvido.
Tanto tiempo para recapacitar me ha dado la respuesta. Estoy hundido en el olvido, en el abandono. Lo sé porque así me siento. En muchas ocasiones uno experimenta sentimientos que no están completamente justificados, o que no se pueden generalizar; pero de cualquiera manera esos sentimientos existen y nos ahogan.
Tengo la sensación de que llevo aquí mucho tiempo, mucho mucho tiempo. Es difícil precisarlo.
Tiene ya algo de tiempo desde que las cosas ya no fueron las mismas. Dejé de estar ahí con ellos, a su lado, pero aun así, procuré mantenerme cerca. A pesar de que las cosas se veían tan bien, sin mí, procuré invitarme a pasar, invitarme a unirme. Yo los busqué pero ¿quién me buscó a mí?
Ya había pasado por esto. Ya me había corroído esta sensación, este pensamiento. Y por un tiempo traté de hacerlo a un lado. Pero en estos días ha vuelto a mí, más fuerte que nunca.
Estoy aquí, en esta oscura penumbra y sé que no puedo salir. En realidad, ya no lo intento; me he rendido. Ya no quiero luchar, ya no quiero más de lo mismo. Más promesas falsas, más mentiras.
Sólo quiero quedarme aquí. Ya no quiero combatir. Peleé y fracasé. No quiero seguir perdiendo. No quiero.
Es imposible escapar desde adentro.
Alguien podría llegar, romper estas gruesas paredes y sacarme de las sombras. Pero no me hago ilusiones. No espero a que vengan por mí, o que me busquen. No vale la pena el esfuerzo.
Últimamente me he topado con tantos fracasos, tantas pérdidas. La muerte ha estado merodeando y se ha llevado a unos cuantos.
Disfruté tanto cuando las cosas eran de cierta manera. Pero es triste ver que han cambiado, que has cambiado y que me has olvidado, me has abandonado.