Destrozado

Hay por ahí una frase que dice “el todo no es igual a la suma de sus partes”, lo cual, a primera vista, parece no ser más que una difusa falacia diseñada para confundir a las novicias mentes. Pero si la analizas a profundidad, y si palpas su significado, descubrirás que tiene más razón de la que pueda delinear.

Hace poco experimenté en carne propia ese concepto, y aún lo cargo conmigo. Tiene mucho que escribí sobre los pedazos de mí, y aunque parezca que me refiero a la misma cosa esta vez, la verdad es que no es así.

He notado, con el tiempo y el vivir, que no soy más que un montón de partes, de pequeños fragmentos que están juntos, pero a la vez desprendidos entre sí. No estoy hablando de varias personalidades, aunque puede que ese término facilite la comprensión de lo que quiero expresar aquí.

Hay situaciones en las que, al consultar mi sentir, termino diciéndome: “una parte de mí quiere esto o aquello”, “una parte de mí está de acuerdo, pero otra no”, etcétera. De alguna manera he dilucidado que me encuentro despedazado, destrozado, cercenado en distintas partes que, ciertamente, divergen en su pensar. Me es difícil deambular por ahí con este caos en mi interior, sin ser capaz de elegir, sin poder sentir o incluso amar, sin poder estar de acuerdo conmigo mismo sobre a dónde quiero ir o con quién quiero estar.

Quisiera poder ser coherente, íntegro, poder fijarme un objetivo en la lejanía y caminar en línea recta, sin que mis propias fuerzas intenten descuartizarme y escapar en toda dirección.

Quisiera poder ser yo, sin batirme a duelo conmigo mismo, sin luchar en mi interior.

Quisiera descubrir quién soy, y arrancarme de tajo todas estas fases que a lo largo del camino he llegado a colectar.

Quisiera poder actuar, sin cada uno de mis miedos, simplemente sin dudar.

Quisiera ser un todo y no simplemente la suma de mis partes.