Dentro de mí hay alguien, un hombre que habita, vive y respira allá en lo más turbio del abismo. En lo más profundo de mi ser sé que hay alguien. Tal vez sea yo mismo, tal vez no sea así. Una terrible confusión invade mi pensar, simplemente por el hecho de no saber quién soy en realidad.
He descubierto que mi vida es una enorme obra de teatro, un montaje, y que yo desempeño innumerables papeles sobre el escenario. Pero el único que nunca muestra la cara es mi verdadero yo. Son meras máscaras las que suelo portar cada vez que sube el telón, y son simplemente falsedades las que brotan de mí, porque no soy yo.
El verdadero problema de esto es el terrible vértigo y sensación amarga que me inundan cuando me doy cuenta de que no sé quién soy. No tengo ni idea de cómo soy en realidad. He descubierto que todo lo que he hecho, todo lo que he sentido y he dicho son meras actuaciones de mi parte, y que nunca he sido yo mismo en realidad. Pero lo peor es que desconozco la manera en que puedo surgir desde aquel turbio abismo y mostrar al mundo, o mostrarme a mí mismo, quien se encuentra bajo el disfraz.
Es extraño darse cuenta de que uno es y no es. Es interesante sentir que existe un hombre dentro de mí, una persona que soy yo, pero que veo desde este punto exterior donde no estoy. Puede que suene estrafalario, pero es en realidad lo que me invade en estos momentos.
Me gustaría dejar de ser un punto de vista lejano, dejar de ser una personalidad falsa moldeada para sobrevivir en este enfermo mundo, y poder surgir como lo que en realidad soy. Pero temo que estoy atrapado y no puedo escapar de la confusión y el caos que esta situación provoca. Y temo que no soy el único que se encuentra en esta situación.
Temo que todos nosotros estemos atrapados, ocultos, cubiertos por una monstruosa enormidad de máscaras y personajes que solamente provocan que nos separemos cada vez más de lo que realmente somos, de quienes realmente somos. Creo que la verdadera fuerza reside en conocernos a nosotros mismos, pero también creo que sentarnos y mirar hacia adentro no nos llevará a ningún lado, porque estamos inmersos en esta enorme tempestad, en esta neblina que nos impide ver más allá de nuestros párpados.
Pienso que la fórmula para ser abiertos con los demás es ser abiertos con nosotros mismos. Es absurdo anhelar que otros nos conozcan si, para empezar, no tenemos idea de quién demonios somos. Esa es la razón de que uno no pueda conocer a los demás al grado al que le gustaría.
También he descubierto que la amistad más íntima y duradera implica conocer a la otra persona, no de manera superficial como la mayoría se relaciona actualmente, sino en un nivel realmente profundo y significativo. Pero para lograrlo es imprescindible que cada uno sepa en realidad quién es, sin todos los antifaces que nos gusta portar, y si todos logramos desprendernos de ellos, tal vez, algún día, podamos encontrar la verdadera amistad.