Mucho tiempo ha pasado, muchas cosas se han suscitado, y muchos cambios se han presentado, pero ya lo entendí; por fin lo comprendí. Es ahora que puedo figurarme todo con los ojos abiertos, bien abiertos.
Muchas cosas han pasado, y muchos sentimientos han cruzado mi sentir y mi pesar. No fue sino hasta hace unos cuantos días, mientras escuchaba una canción a media noche, que todo cobró sentido repentinamente.
Fue un simple sentimiento, una idea que me invadió de repente y me marcó por completo. Creo que fue orgullo. Creo que fue una enorme dicha que me hizo sentir como si estuviera de pie en la punta de un risco, con el viento en mi cara y mi frente en alto, mi mirada clavada en el horizonte y una ligera sonrisa plasmada en mi rostro. Y mientras estoy ahí, contento pero conservador, con las manos en mis bolsillos y el sol brotando en el horizonte, una sola idea invade mi pensamiento: te amé. He amado.
Es verdad que muchas cosas han pasado y que eso tan grande que sentí se ha desvanecido ahora, pero ahora comprendo que eso no es lo importante. He descubierto que el verdadero sentido es poder mirar hacia atrás y decir: «amé». No importa por cuánto tiempo permaneció prístina aquella emoción, o bajo qué circunstancias desapareció. Lo que verdaderamente trasciende es el hecho de que ocurrió, de que existió.
Ahora puedo mirar hacia atrás y soltar unas cuantas lágrimas de alegría; puedo agradecer por lo que tuvimos. He descubierto que no hay que lamentarse por el pasado, ya que éste es el producto de una vida que vamos construyendo. He descubierto que no hay que desear volver en el tiempo, ya que la vida se va creando con cada paso que damos hacia adelante, y logra un sentido con las huellas que vamos dejando.
Me he dado cuenta de que el pasado, por definición, no existe. Pero también sé que siempre vivirá en quienes deseen recordarlo y mantenerlo cerca del corazón. Me di cuenta de que es completamente irrepetible, y que no importa si logramos experimentar algo prácticamente igual, ya que son cosas completamente distintas, que se esfuman de la realidad en un instante, y que solamente se mantienen con vida si nosotros las alimentamos.
Aquel amor llegó a su fin, y por mucho tiempo miré melancólicamente hacia el pasado tratando de regresar, de vivirlo otra vez. Incluso fue tanto el dolor que llegué a arrepentirme de que ocurriese. Pero ahora he encontrado un nuevo enfoque. Ahora puedo mirar con orgullo y agradecimiento. Puedo sonreír y decir que te amé, que he amado, y eso no podrá ser arrebatado de mi ser.
Quisiera que mirases hacia atrás por un momento y encontrases algunas ocasiones en que te hice sonreír. Quisiera que mirases y hallases aquella vez en que sentiste eso tan grande, ese sentimiento. Quisiera que mirases por un momento y te concentres únicamente en los buenos momentos, las buenas canciones, los días y las tardes que pasamos juntos, el tiempo que compartimos. Quisiera que recordases todas aquellas veces en que, después de que nos despedimos, quisiste volverme a ver. Quisiera que recordases, aunque sea por unos instantes, cuando me miraste a los ojos y esa intensa sensación cubrió tu ser. Quisiera que cerrases los ojos y recordases esa dicha.
Sabemos que todo ello está en el pasado, pero no olvides que es uno quien mantiene vivo todo aquello que, aunque ya no existe, permanece en la memoria.
No sé lo que me depare en el futuro. No sé qué será de mí, o de ti: de nosotros. No sé si volveremos a cruzar nuestros caminos dentro de diez años, o si te acordarás de mí. Pero quiero que sepas que yo te recordaré; te recordaré y remembraré todo aquello que me hizo feliz, que nos hizo felices.
El verdadero valor de una vida no se mide en cuestión del camino que hemos recorrido, sino en la cantidad de huellas valiosas que hemos dejado en los senderos de otros, y de cuanta calidez brindamos cuando recorrimos juntos un tramo del trayecto.