El ímpetu por vivir termina cuando las razones de nuestra existencia se desvanecen bajo el dolor de los sentimientos nefastos y los corazones destrozados. Entonces la voluntad de continuar se esfuma en lo más oscuro de uno mismo, y así el resto de nosotros comienza a desaparecer también. El cuerpo falla y los ojos lloran, y todo lo que un día tuvo sentido y persistencia se ve perdido en ese terror que llamamos pasado. La mente engaña y el alma yace inmóvil en el seco vacío de la muerte.