Carta

¿Dónde están los amigos? ¿Dónde están?

¿Te acuerdas de Dante? Sí, Dante, tu amigo de la universidad, aquel tipo sencillo que siempre estuvo a tu lado, aunque no siempre lo veías; aquel pobre desdichado que en un principio no tenía amigos y que buscó tu compañía; aquel sujeto que siempre pareció estar conforme, pero que siempre se esforzó porque las cosas salieran adelante; aquel individuo que se encargó de que te fuera bien, aunque sacrificara otros aspectos, tal vez importantes, tal vez no para él. Dante siempre estuvo contigo. Con ustedes.

¿Dónde está Dante? ¿Dónde está él ahora? Bueno, tú lo sabes. No lo has visto en varios días, pero sabes que está en casa, descansando. Pero también sabes que se ha sentido mal, que ha estado enfermo.

No has podido hablar con él pero se han escrito y siempre le dices que esperas se mejore, se recupere, que salga adelante. Pero, ¿son suficientes las palabras? ¿Le estarán sirviendo de algo, acaso? ¿Sabes en verdad si está mejorando? Porque eso te dice cada vez que se contactan, pero no puedes ver su rostro, no puedes ver sus lágrimas, y no puedes saberlo. Lo que sí sabes es que Dante es fuerte. Dante es quien siempre sale airoso, y los saca, a ti y a tus amigos, adelante, sin reserva. Uno pensaría que Dante es inmortal, que es impenetrable. Pero, ¿en verdad será tan audaz?

No lo has visto en varios días, y sólo sabes que está enfermo y que no puede salir. Las letras que van apareciendo en el monitor de tu ordenador cuando conversas con él son la única pista. Pero no puedes saber cómo está realmente.

Es joven, sí. Dante, aunque no tiene una gran constitución física, es un hombre sano; sano y feliz. O al menos esa es la imagen de fortaleza que intenta proyectar. Pero lo único que sabes ahora es que está enfermo y que es grave. Él te lo ha mencionado, pero siempre te dice que no te preocupes, que estará bien. ¿En verdad estará bien? ¿Cómo saberlo?

Dante no puede respirar. Tiene un mal pulmonar, y lo ha tenido durante años, pero algo le pasó hace unos días que su situación se complicó a tal grado que lleva más de cien horas en casa, sin poder salir siquiera, sin poder caminar sin agitarse, sin poder comer gustosamente como siempre lo hacía; sin poder bajar unas escaleras. Dante está muriendo, y tú lo sabes; pero no quieres saberlo.

Todos esperan que se reponga, pero no es una fuerte esperanza surgida de lo más profundo, es sólo una frase social, algo que dices cuando alguien se siente mal: «espero te recuperes«, «cuídate«.

Tal vez Dante ya no quiere cuidarse, tal vez Dante ya no lo soporta. Tal vez se ha sentido tan mal que la muerte es lo único que lo podría consolar. Tal vez Dante ya no ve luz al final de camino. Tal vez se ha salido del sendero. ¿Y tú lo sabes? Puede que sí, pero no quieras; puede que no, pero deberías.

Dante sigue ahí, donde ha estado los últimos días, solo. Bajo el cuidado de una familia que casi no está en casa, Dante espera a que todo termine. ¿Necesita apoyo? Puede que sí.

Si un amigo estuviera muriéndose en su casa, ¿qué harías? ¿Le escribirías? ¿Le llamarías? ¿Qué harías?

Tal vez creas que Dante estará bien, que no hay de qué preocuparse. Pero, ¿tienes la certeza de que así es? ¿Crees que nada malo pasará, sólo porque así debe ser? ¿Esperas volver a la universidad y ver a Dante sentado ahí, listo para tomar clase, como antes? ¿Esperas conversar con él todos los días mediante Internet, hasta que un día te escriba «ya me siento mucho mejor… salgamos a algún lado, amigo mío«?

Puede que ese día no llegue. Puede que un día no se conecté a internet ni te envíe un mensaje. Y cuando eso pase, tal vez creerás que simplemente tenía algo más importante que hacer, hasta que ya hayan pasado varios días, y no tengas señal alguna de tu amigo Dante. Tal vez regreses a clases y descubras que el implacable joven no se apareció. Tal vez creas que hubo alguna razón especial, pero que lo verás mañana.

¿Entiendes lo que digo? ¿Vas a buscarlo o vas a esperar a que un familiar suyo con los ojos llorosos te de la lamentable noticia? ¿Vas a llamarlo, o vas a esperar a que te llamen para decirte que Dante ya no está?

Puede que esto sea demasiado pesimista, y puede que Dante viva muchos años más, pero ¿Vas a esperar perder a alguien para empezar a preocuparte por los demás?

Tal vez no puedas creer que alguien se desvanezca de la vida en tan solo unos días, pero ¿quién mejor para decírtelo que él, Dante, quien ha estado ahí pidiendo a gritos morir cuando, en la noches lluviosas, su aliento se agota?
Bueno, por eso estoy aquí, plasmando estas palabras tan gélidas, pero tan llenas de verdad: yo soy Dante.

Sigo con vida, mi amigo, pero hay veces que quisiera dejar de hacerlo. Hay momentos en los que sencillamente ya no puedo más, y sólo me recuesto en mi fría cama y cierro los ojos esperando que todo se acabe. Las razones que tenía para seguir viviendo se desintegran frente al dolor, desaparecen cuando siento esto que siento cuando ya no resisto, cuando mi alma se escapa al respirar. Hay momentos en que no puedo más. Pero pienso en ti, amigo mío, y sé que me necesitas a tu lado, y eso me ata a este mundo.

No soy un suicida, pero no quiero pasar ni un minuto más en esta condición. Estoy muriendo, y puede que no haya mañana para mí. Por eso estoy aquí, plasmando estas palabras tan crudas; la verdad suele serlo.

Cuídate amigo mío, y sé feliz. Haz de tu vida algo grandioso, algo especial. Nunca descuides a tus amistades, ya que no siempre estarán ahí cuando los necesites. No las desperdicies. El mundo está frente a ti, y tienes un futuro por delante. ¿Vas a esperar perder a alguien para empezar a preocuparte por los demás?

Esto no es un testamento, ni una lección que quiero que aprendas. Es sólo una reflexión, una reflexión muy personal sobre la vida y sobre el valor que ésta tiene, y sobre el significado que la verdadera amistad le da. No quiero que entristezcas cuando descubras que ya no estoy. No quiero que llores, sino que mires a la vida con unos nuevos ojos.

La vida puede ser cruel, puede ser extraña y puede ser injusta; pero no deja de ser vida. El hecho de que puedas hablar conmigo el día de hoy, y ver mi entumecido cuerpo en un féretro mañana no hace de la vida algo malo, sino sólo algo gracioso.

Éste no es un sermón; es más bien una carta, una despedida, ya que no sé si mi sangre dejará de fluir o no, y tampoco sé cuándo ocurrirá. Sólo sé que mi salud se desmorona al pasar de cada hora, y que me encuentro aquí, en casa, tratando de vivir unas horas más, sólo para ver concluidas estas palabras. Cuídate amigo mío. Cuídate y cuida de tus seres queridos, porque uno nunca sabe si la vida tiene pensado terminar hoy o mañana. Yo estaré bien, sea cual sea el destino que me espera cruzando la media noche. Ojalá me recuerdes con cariño, como un valioso amigo, como alguien que te apoyó en todo lo que pudo y que sólo buscó un poco de eso, de regreso.

Gracias por todo.

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